divendres, 26 de març del 2010

Bodas de Sangre (fragmento) de Federico García Lorca




Bodas de sangre de F. García Lorca.

(Lorca no leia como un actor, ni con esa complacencia que tienen a vesces los poetas con el ritmo de las palabras. Se adheria a la realidad de sus criaturas y su intensa maestría hacía temblar, era al modo del cante jondo que hiela la sangre. (2,268,272-273)


Performance BodasDSangre 01 (1,150)

El (texto) entre paréntesis se ha de decir pero no figura en el original. El [texto] entre corchetes figura en el original pero no se ha de decir. Dirigirse a hombres o mujeres, según hable la novia o Leonardo. Y ya se sabe : “al modo del cante jondo, que hiela la sangre” (1,33); de Tomás Pavón y la Cantata 140/2n concert de Brandenburgo (1,67) de Bach juntos, si pudiera ser).


Acto Tercero.
. . . . . . . .

(Deprisa, gritando y agitado)
NOVIA.— Con los dientes,
con las manos, como puedas.
quita de mi cuello honrado
el metal de esta cadena,
(dejándome) [y déjame] arrinconada
(allá) en mi casa de tierra.
Y si no quieres matarme
como a víbora pequeña,
pon en mis manos de novia
el cañón de la escopeta.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!
¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!

LEONARDO.— Ya dimos el paso; ¡calla!
(porque) [que] nos persiguen cerca
y te he de llevar conmigo.

NOVIA.— ¡(Pero ha) [habrá] de ser a la fuerza!

LEONARDO.— ¿A la fuerza? ¿Quién bajó
primero las escaleras?

NOVIA.— Yo las bajé.

LEONARDO.— ¿Quién le puso
al caballo bridas nuevas?

NOVIA.— Yo misma. Verdad.

LEONARDO.— ¿Y qué manos
me calzaron las espuelas?

NOVIA.— Estas manos que son tuyas,
pero que al verte quisieran
quebrar las ramas azules
y el murmullo de tus venas.
¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!
Que si matarte pudiera,
te pondría una mortaja
con (los) filos de violetas.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!

LEONARDO.— [Y a mí]¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
Porque yo quise olvidar
y puse un muro de piedra
entre tu casa y la mía.
Es verdad. ¿No lo recuerdas?
Y cuando te vi (de)[a lo] lejos
me eché en los ojos arena.
Pero montaba a caballo
y el caballo iba a tu puerta.
Con alfileres de plata
mi sangre se puso negra,
y el sueño me fue llenando
las carnes de mala hierba.
Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas.

NOVIA.— ¡Ay que sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.
He dejado a un hombre duro
y a toda su descendencia
en la mitad de la boda
y con la corona puesta.
Para ti será el castigo
y no quiero que lo sea.
¡Déjame sola! ¡Huye tú!
No hay nadie que te defienda.

LEONARDO.— [Los] Pájaros de la mañana
por los árboles se quiebran.
La noche se está muriendo
en el filo de la piedra.
Vamos al rincón oscuro,
donde yo siempre te quiera,
que no me importa la gente,
ni el veneno que nos echa.


(La abraza fuertemente.)


NOVIA.— Y yo dormiré a tus pies
para guardar lo que sueñas.
Desnuda, mirando al campo,
como si fuera una perra,


(Más dramática.)


¡porque eso soy! Que te miro
y tu hermosura me quema.

LEONARDO.— Se abrasa lumbre con lumbre.
La misma llama pequeña
mata dos espigas juntas.
Clavos de luna nos funden
mi cintura y tus caderas.
(Muy fuerte)
¡Vamos!


(La arrastra.)


NOVIA.— ¿Adónde me llevas?

LEONARDO.— A donde no puedan ir
estos hombres que nos cercan.
¡Donde yo pueda mirarte!
[Donde yo solo te vea]

NOVIA (Sarcástica.).—
Llévame de feria en feria,
dolor de mujer honrada,
a que las gentes me vean
con las sábanas de boda
al aire como banderas.

LEONARDO.— También yo quiero dejarte
si pienso como se piensa.
Pero voy donde tú vas.
Tú también. Da un paso. Prueba.
Clavos de luna nos funden
mi cintura y tus caderas.

(Toda esta escena es violenta, llena de gran sensualidad.)

NOVIA.— ¿Oyes?

LEONARDO.— Viene gente.

NOVIA.— ¡Huye!
Es justo que yo aquí muera
con los pies dentro del agua,
y espinas en la cabeza.
Y que me lloren las hojas,
mujer perdida y doncella.

LEONARDO.— Cállate. Ya suben.

NOVIA.— ¡Vete!

LEONARDO.— Silencio. Que no nos sientan.
Tú delante. ¡Vamos, digo!


(Vacila la NOVIA.)


NOVIA.— ¡Los dos juntos!

LEONARDO (Abrazándola.).—
¡Como quieras!
Si nos separan, será
porque esté [ya] muerto.

NOVIA.— Y yo muerta.

....
(Diálogo de los leñadores)

¡Ay muerte que sales!
Muerte de las hojas grandes.
¿No abras el chorro de la sangre!

¡Ay muerte sola!
Muerte de las secas hojas.
¡No cubras de flores la boda!

¡Ay triste muerte!
Deja para el amor la rama verde.
¡Ay muerte mala!
¡Deja para el amor la verde rama!

....


(Salen abrazados. Aparece la LUNA muy despacio. La escena adquiere una fuerte luz azul. Se oyen los dos violines. Bruscamente se oyen dos largos gritos desgarrados y se corta la música de los violines. Al segundo grito aparece la MENDIGA y queda de espaldas. Abre el manto y queda en el centro, como un gran pájaro de alas inmensas. La LUNA se detiene. El telón baja en medio de un silencio absoluto.)
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MENDIGA. - (“que según la acotación «no figura en el reparto»”(1,75)— Flores rotas (son) los ojos, y sus(los) dientes dos puñados de nieve endurecida. Los dos cayeron[, y ](.)la novia vuelve teñida en sangre falda y cabellera. Cubiertos con dos mantas ellos vienen sobre los hombros de los mozos altos. Así fue; nada más. Era lo justo. Sobre la flor del oro, sucia arena.
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Bibliografia.-
-1.- García Lorca, F., Bodas de sangre, edició de Josephs, A. i Caballer, J., Cátedra, 988, Madrid.
-2.-Auclair, Marcelle, 1972, Vida y muerte de Garcia Lorca, Biblioteca Era, Mexico D.F.

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