divendres, 26 de març del 2010

Bodas de Sangre (fragmento) de Federico García Lorca




Bodas de sangre de F. García Lorca.

(Lorca no leia como un actor, ni con esa complacencia que tienen a vesces los poetas con el ritmo de las palabras. Se adheria a la realidad de sus criaturas y su intensa maestría hacía temblar, era al modo del cante jondo que hiela la sangre. (2,268,272-273)


Performance BodasDSangre 01 (1,150)

El (texto) entre paréntesis se ha de decir pero no figura en el original. El [texto] entre corchetes figura en el original pero no se ha de decir. Dirigirse a hombres o mujeres, según hable la novia o Leonardo. Y ya se sabe : “al modo del cante jondo, que hiela la sangre” (1,33); de Tomás Pavón y la Cantata 140/2n concert de Brandenburgo (1,67) de Bach juntos, si pudiera ser).


Acto Tercero.
. . . . . . . .

(Deprisa, gritando y agitado)
NOVIA.— Con los dientes,
con las manos, como puedas.
quita de mi cuello honrado
el metal de esta cadena,
(dejándome) [y déjame] arrinconada
(allá) en mi casa de tierra.
Y si no quieres matarme
como a víbora pequeña,
pon en mis manos de novia
el cañón de la escopeta.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!
¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!

LEONARDO.— Ya dimos el paso; ¡calla!
(porque) [que] nos persiguen cerca
y te he de llevar conmigo.

NOVIA.— ¡(Pero ha) [habrá] de ser a la fuerza!

LEONARDO.— ¿A la fuerza? ¿Quién bajó
primero las escaleras?

NOVIA.— Yo las bajé.

LEONARDO.— ¿Quién le puso
al caballo bridas nuevas?

NOVIA.— Yo misma. Verdad.

LEONARDO.— ¿Y qué manos
me calzaron las espuelas?

NOVIA.— Estas manos que son tuyas,
pero que al verte quisieran
quebrar las ramas azules
y el murmullo de tus venas.
¡Te quiero! ¡Te quiero! ¡Aparta!
Que si matarte pudiera,
te pondría una mortaja
con (los) filos de violetas.
¡Ay, qué lamento, qué fuego
me sube por la cabeza!

LEONARDO.— [Y a mí]¡Qué vidrios se me clavan en la lengua!
Porque yo quise olvidar
y puse un muro de piedra
entre tu casa y la mía.
Es verdad. ¿No lo recuerdas?
Y cuando te vi (de)[a lo] lejos
me eché en los ojos arena.
Pero montaba a caballo
y el caballo iba a tu puerta.
Con alfileres de plata
mi sangre se puso negra,
y el sueño me fue llenando
las carnes de mala hierba.
Que yo no tengo la culpa,
que la culpa es de la tierra
y de ese olor que te sale
de los pechos y las trenzas.

NOVIA.— ¡Ay que sinrazón! No quiero
contigo cama ni cena,
y no hay minuto del día
que estar contigo no quiera,
porque me arrastras y voy,
y me dices que me vuelva
y te sigo por el aire
como una brizna de hierba.
He dejado a un hombre duro
y a toda su descendencia
en la mitad de la boda
y con la corona puesta.
Para ti será el castigo
y no quiero que lo sea.
¡Déjame sola! ¡Huye tú!
No hay nadie que te defienda.

LEONARDO.— [Los] Pájaros de la mañana
por los árboles se quiebran.
La noche se está muriendo
en el filo de la piedra.
Vamos al rincón oscuro,
donde yo siempre te quiera,
que no me importa la gente,
ni el veneno que nos echa.


(La abraza fuertemente.)


NOVIA.— Y yo dormiré a tus pies
para guardar lo que sueñas.
Desnuda, mirando al campo,
como si fuera una perra,


(Más dramática.)


¡porque eso soy! Que te miro
y tu hermosura me quema.

LEONARDO.— Se abrasa lumbre con lumbre.
La misma llama pequeña
mata dos espigas juntas.
Clavos de luna nos funden
mi cintura y tus caderas.
(Muy fuerte)
¡Vamos!


(La arrastra.)


NOVIA.— ¿Adónde me llevas?

LEONARDO.— A donde no puedan ir
estos hombres que nos cercan.
¡Donde yo pueda mirarte!
[Donde yo solo te vea]

NOVIA (Sarcástica.).—
Llévame de feria en feria,
dolor de mujer honrada,
a que las gentes me vean
con las sábanas de boda
al aire como banderas.

LEONARDO.— También yo quiero dejarte
si pienso como se piensa.
Pero voy donde tú vas.
Tú también. Da un paso. Prueba.
Clavos de luna nos funden
mi cintura y tus caderas.

(Toda esta escena es violenta, llena de gran sensualidad.)

NOVIA.— ¿Oyes?

LEONARDO.— Viene gente.

NOVIA.— ¡Huye!
Es justo que yo aquí muera
con los pies dentro del agua,
y espinas en la cabeza.
Y que me lloren las hojas,
mujer perdida y doncella.

LEONARDO.— Cállate. Ya suben.

NOVIA.— ¡Vete!

LEONARDO.— Silencio. Que no nos sientan.
Tú delante. ¡Vamos, digo!


(Vacila la NOVIA.)


NOVIA.— ¡Los dos juntos!

LEONARDO (Abrazándola.).—
¡Como quieras!
Si nos separan, será
porque esté [ya] muerto.

NOVIA.— Y yo muerta.

....
(Diálogo de los leñadores)

¡Ay muerte que sales!
Muerte de las hojas grandes.
¿No abras el chorro de la sangre!

¡Ay muerte sola!
Muerte de las secas hojas.
¡No cubras de flores la boda!

¡Ay triste muerte!
Deja para el amor la rama verde.
¡Ay muerte mala!
¡Deja para el amor la verde rama!

....


(Salen abrazados. Aparece la LUNA muy despacio. La escena adquiere una fuerte luz azul. Se oyen los dos violines. Bruscamente se oyen dos largos gritos desgarrados y se corta la música de los violines. Al segundo grito aparece la MENDIGA y queda de espaldas. Abre el manto y queda en el centro, como un gran pájaro de alas inmensas. La LUNA se detiene. El telón baja en medio de un silencio absoluto.)
.................
MENDIGA. - (“que según la acotación «no figura en el reparto»”(1,75)— Flores rotas (son) los ojos, y sus(los) dientes dos puñados de nieve endurecida. Los dos cayeron[, y ](.)la novia vuelve teñida en sangre falda y cabellera. Cubiertos con dos mantas ellos vienen sobre los hombros de los mozos altos. Así fue; nada más. Era lo justo. Sobre la flor del oro, sucia arena.
.....................
Bibliografia.-
-1.- García Lorca, F., Bodas de sangre, edició de Josephs, A. i Caballer, J., Cátedra, 988, Madrid.
-2.-Auclair, Marcelle, 1972, Vida y muerte de Garcia Lorca, Biblioteca Era, Mexico D.F.

divendres, 12 de març del 2010

No hi havia a València.



No hi havia a València.

(Adaptació de Xisco Bernal per la performance de “Els amants”, “No escric Èglogues” i “Cultura” d'En Vicent Andrés Estellés).



No hi havia a València dos amants com nosaltres
feroçment s'estimem des del matí a la nit.

No hi havia a València dos cames com les teues.
Dolçament les recorde amb els ulls plens de llàgrimes,
amb una terranyina de llàgrimes als ulls.

On ets? On són les teues adorables cames?
Recórrec l'Albereda, aquells llocs familiars.
Creue les nits. Evoque les baranes del riu.

Tot ho recorde mentre vas estenent la roba.
Han passat anys, [han passat] molts anys; han passat moltes coses.
(De sobte) [De vegades] encara ens pren aquell vent o l'amor
i rodolem per terra entre (abraços i besos)[besos i abraços].
No comprenem l'amor com un costum amable,
com un costum pacific de compliments i teles
(i que em perdone el cast senyor López-Picó).
Es desperta de sobte, com un vell huraca
i ens tomba per terra els dos, ens ajunta, ens empeny.

No hi havia a València dos cames com les teues.
Llargament escriuria sobre les teues cames.
Com si anasses per l'aigua, entre un aigua invisible,
entre un aigua claríssima venies pel carrer.
Carrer avall venies entre els solars, els crits,
[del] (els) infants que jugaven en eixir de l'escola,
la dona [que] arreplegava la roba del terrat,
l'home [que] recomponia lentament un rellotge
mentre un [l']amic parlava dels seus anys de presó
per coses de la guerra, tu venies solemne.

Jo desitjava a voltes un amor educat
en marxa el tocadiscos, negligentment besant-te,
ara un muscle i després el peçó d'una orella.
El nostre amor és un amor brusc i salvatge,
(i tenim) [que te] l'enyorança amarga de la terra,
d'anar a rebolcons entre besos i arraps.

On ets? On són les teues adorables cames?
No havia a València dos cames com les teues,
amb (la) [eixa] viva alegria (de la) [d'una] virginitat
que sempre venia, pero mai arribava del tot.
Jo et volia així, jo ho volia així :
jo nasquí per (aguardar-te) [esperar-te], per veure com venies.
Fi versió short.

Carregaven els hòmens els ventruts camions.
Venien els autobusos de Gandia, de Paterna.
Eixien veus dels bars, l'olor d'oli fregit.
Tu venies solemne sobe les teus cames.
(Oh)[Amb tota] la solemnitat de la( teua) carn (tendra),
del teu cos adorable sobre les [teues] llargues cames!

Inútilment recórrec els crepuscles, les nits,

- t'agradava asisitir a l'espectacle gratuït del crepuscle,
L'Eneida traduida en versos de deu sil·labes,
uns versos cereals, pel canonge Riber,
afamats de domassos, de tàctils vermellors;
t'agradava tocar les asproses baranes [del riu] (Cultura,60) -

[Inútilment recórrec Valeǹcia]
Un cadáver verdòs, un cadáver fosfòric
va tocant les anelles, (va) preguntant per tu.

Es desperta [l']Ausiàs March en el vas del carner.
Jo no sé res de tu. Han passat segles, [han passat ] dies.
Inútilment recórrec València. No escric Églogues.

dimecres, 10 de març del 2010

Romance sonámbulo de F. García Lorca



ROMANCE SONÁMBULO.

A Gloria Giner
y a Fernando de los Ríos.

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar
y el caballo en la montaña.

Con la sombra en la cintura
ella sueña en su baranda,
verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.

Verde que te quiero verde.
Bajo la luna gitana,
las cosas le están mirando
y ella no puede mirarlas.

*

Verde que te quiero verde.
Grandes estrellas de escarcha,
vienen con el pez de sombra
que abre el camino del alba.

La higuera frota su viento
con la lija de sus ramas,
y el monte, gato garduño,
eriza sus pitas agrias.

¿Pero quién vendrá? ¿Y por dónde...?
Ella sigue en su baranda,
verde carne, pelo verde,
soñando en la mar amarga.

*

Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?

Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.

Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

*

Ya suben los dos compadres
hacia las altas barandas.
Dejando un rastro de sangre.
Dejando un rastro de lágrimas.

Temblaban en los tejados
farolillos de hojalata.
Mil panderos de cristal,
herían la madrugada.

*

Verde que te quiero verde,
verde viento, verdes ramas.

Los dos compadres subieron.
El largo viento, dejaba
en la boca un raro gusto
de hiel, de menta y de albahaca.

¡Compadre! ¿Dónde está, dime?
¿Dónde está mi niña amarga?

¡Cuántas veces te esperó!
¡Cuántas veces te esperara,
cara fresca, negro pelo,
en esta verde baranda!

*

Sobre el rostro del aljibe
se mecía la gitana.
Verde carne, pelo verde,
con ojos de fría plata.
Un carámbano de luna
la sostiene sobre el agua.

La noche su puso íntima
como una pequeña plaza.
Guardias civiles borrachos,
en la puerta golpeaban.

Verde que te quiero verde.
Verde viento. Verdes ramas.
El barco sobre la mar.
Y el caballo en la montaña.

Federico García Lorca
2 de agosto de 1924

divendres, 5 de març del 2010

Poemas al vino: "La Bodega Interior"


La Bodega Interior (Poemas al vino).
(Adaptaciones para la peformance de Xisco Bernal)

La Bodega Interior (Poemas al vino).
(Adaptaciones para la peformance de Xisco Bernal de los poemas : El vi, de V.Andrés Estellès, Oda al Vino de Pablo Neruda, Poema al vino, de J.L.Borges, Tus cartas son un vino, Hijo de la luz y de la sombra y El herido, de M. Hernández, Malestar y noche, de F. García Lorca, El vino, Xisco Bernal)
Sras y Sres, es bien sabido que las cosas no tiene existencia propia. Y que sólo cuentan para nosotros en función de la importancia que les damos. El paladar, el gusto es un hàbil traductor, nada más. Los sabores, los placeres de la mesa – y de la cama -, nacen dentro. Los poetas van a darles a Vdes., gracias a “nombre del restaurante” la oportunidad de degustar más sutilmente, si cabe, sus vinos, de disfrutar más placenteramente la suave y leve embiaguez, de descubrir nuevos matices, en resumen, de mejorar su bodega interior porque no se olviden que los sabores, los placeres nacen dentro y
en los sentidos desembocan los laberintos de nuestra mente.

No podia faltar el vi damunt la taula.
Una solemnitat, un rito que venia
des de la nit: el vi encenia la taula,
encenia la casa, encenia la vida.
Una vella litúrgia el posava a la taula.
Una vella litúrgia nocturna, inescrutable,
encenia la sang, palpitava en els ulls.
Una solemnitat, un ritus que venia
des de la nit, ldes de la nit febril de la caverna.
S'oficiava el vi, lentament, greument.
Parle del vi dels pobres. El vi que ens fa forts.
Un tros de ceba cru, un rosegó de pa.
I un got de vi solemne. Parle del vi dels pobres,
begut solemnement, aliment de la còlera.
El vi de l'esperança, el vi del sacrifici
de l'esperança rompuda, de plantar cara a la vida.
(El vi, V.Andrés Estellès).

VINO color de día,
vino color de noche,
vino con pies de púrpura
o sangre de topacio,
estrellado hijo de la tierra,
vino, liso
como una espada de oro,
suave
como un desordenado terciopelo,
vino encaracolado
y suspendido,
amoroso,
marino.

Amor mio, de pronto
tus caderas son
la curva colmada
de la copa,
tus pechos los racimos,
la luz del alcohol tu cabellera,
las uvas tus pezones,
y tu amor
la claridad que cae entre mis sentidos,
como el esplendor terrestre de la vida.
(Oda al Vino Pablo Neruda).

¿En qué cielo, en qué siglo, bajo qué silenciosa
conjunción de astros, en qué secreto día
surgió la valerosa y singular idea de inventar
esa alegría?

Otoños de oro la vendimiaron. Como el vino fluye toda roja a lo largo de las generaciones
como el río del tiempo y en su camino
nos obsequia con su música, su fuego y sus leones
(Soneto del vino, J.L.Borges).


Tus cartas son un vino
que me trastorna y son
el único alimento para mi corazón.
(Tus cartas son un vino, M. Hernández).

El aire de la noche desordena tus pechos,
y desordena y vuelca nuestros cuerpos
Como una tempestad de enloquecidos.

La noche se ha encendido como una sorda hoguera
de llamas minerales y oscuras embestidas.
Y alrededor laten las sombras como si fueran
las almas de los pozos, de los vinos.
(Hijo de la luz y de la sombra, M. Hernández)

La sangre también huele a mar, sabe a mar,
sabe a bodega. A bodega de mar,
a bodega de vino bravo.
(El herido, M.Hernández)


Abejaruco.
En tus árboles oscuros.
Noche de cielo balbuciente
y aire tartamudo.

Tres borrachos eternizan
sus gestos de vino y duelo.
Los astros de plomo giran
sobre un pie.
Abejaruco.
En tus árboles oscuros.

Dolor de sien oprimida
con guirnalda de minutos.
¿Y tu silencio? Los tres
borrachos cantan desnudos.
Pespunte de seda virgen
es tu canción.
Abejaruco.
Uco uco uco uco.
Abejaruco.
(Malestar y noche, F. García Lorca).

Yo confundo el vino con el sudor,
y la vendimia con la comida casera,
con lo que ha sido esperado.
Lo confundo también con el otoño,
anuncio de la edad dorada,
de arrugas que sugieren sutilezas,
de sexo gran reserva.

-- -- - -


Confundo las parras,
con las pasiones del verano,
a ras de tierra abrasada.
Noches, tardes, mañanas,
que se transforman en ocres, azules,
verdes dulces.

Confundo los cuerpos con los racimos,
los pámpanos con la vida que enrosca
sus lenguas de pies y manos.

Fermentación anaeróbica en la oscuridad,
en la soledad del alma, y de los pedos,
oscura bodega, bien templada del alma,
donde todo junta y fermenta, y crea
el perfume del fin de los viñedos.

Yo no sé como decirles
que el vino lo llevamos dentro.
Y que algun dia se descubrirá
que el color, el retrogusto, el gusto,
procede de en una bodega interior,
íntima, que todos llevamos dentro.

A los poetas no nos va
el vino viejo. Lo preferimos joven
para envejecerlo dentro.
(La Bodega Interior, Xisco Bernal).

A veces el vino, prisionero de sombras,
amanece con la navaja,
destituido ya del sol de su nobleza,
a consumir pobres inermes de los barrios.
Corrompe la alegría en los ruines boliches
donde violan su estirpe las tinturas y el agua
para estragar al hombre del jornal y enturbiarle
la raída inocencia que padece su canto.

Sale del vino un puño. Sale un grito. Le nace
la mala luz, la artera puñalada.
Y amanece en la celda donde orina el desprecio
y llora roncamente su lágrima de espanto.
El vino mata al vino en la casa del pobre:
entra el domingo y saca a las mujeres llorando.

(Carta de vinos, de Armando Tejada Gómez)

dimecres, 3 de març del 2010

Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca (adaptación para la performance de Xisco Bernal)


Sras i Sres, esta noche les ofrezo una adaptació muy resumida del inmenso poema de García Lorca, “Llanto por Ignacio Sánchez Mejías”.

Llanto por Ignacio Sánchez Mejías de Federico García Lorca
(adaptación para la performance de Xisco Bernal)


LA COGIDA Y LA MUERTE.
(un coro en vivo o grabado repite lentamente “a las cinco de la tarde” hasta “el gentío rompía las ventanas”.)


A las cinco de la tarde.
Eran las cinco en punto de la tarde.

Un niño trajo la blanca sábana
a las cinco de la tarde.

Una espuerta de cal ya prevenida
a las cinco de la tarde.

Lo demás era muerte y sólo muerte
a las cinco de la tarde.

El viento se llevó los algodones
a las cinco de la tarde.

Y el óxido sembró cristal y níquel
a las cinco de la tarde.

Ya [luchan](lucha) la paloma y el leopardo
a las cinco de la tarde.

Y [un](el) muslo con [un](el) asta desolada
a las cinco de la tarde.

[Comenzaron](ya comienzan) los sones del bordón
a las cinco de la tarde.

Las campanas de arsénico y el humo
a las cinco de la tarde.

En las esquinas grupos de silencio
a las cinco de la tarde.

¡Y el toro, solo corazón arriba!
a las cinco de la tarde.

Cuando el sudor de nieve fue llegando
a las cinco de la tarde,

cuando la plaza se cubrió de yodo
a las cinco de la tarde,

la muerte puso huevos en la herida
a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.
A las cinco en punto de la tarde.

Un ataúd con ruedas es la cama
a las cinco de la tarde.

Huesos y flautas suenan en su oído
a las cinco de la tarde.

El toro ya mugía por su frente
a las cinco de la tarde.

El cuarto se irisaba de agonía
a las cinco de la tarde.

A lo lejos ya viene la gangrena
a las cinco de la tarde.

Trompa de lirio por las verdes ingles
a las cinco de la tarde.

Las heridas quemaban como soles
a las cinco de la tarde,

y el gentío rompía las ventanas
a las cinco de la tarde.

A las cinco de la tarde.
¡Ay qué terribles cinco de la tarde!

¡Eran las cinco en todos los relojes!
¡Eran las cinco en sombra de la tarde!


LA SANGRE DERRAMADA.

¡Que no quiero verla!
Dile a la luna que venga,
que no quiero ver la sangre
de Ignacio sobre la arena.
¡Que no quiero verla!
La luna de par en par,
caballo de nubes quietas,
y la plaza gris del sueño
con sauces en las barreras
¡Que no quiero verla!

Que mi recuerdo se quema.
¡Avisad a los jazmines
con su blancura pequeña!
¡Que no quiero verla!
La vaca del viejo mundo
pasaba su triste lengua
sobre un hocico de sangres
derramadas en la arena,
y los toros de Guisando,
casi muerte y casi piedra,
mugieron como dos siglos
hartos de pisar la tierra.
No.

¡Que no quiero verla!
Por las gradas sube Ignacio
con toda su muerte a cuestas.
Buscaba el amanecer,
y el amanecer no era.
Busca su perfil seguro,
y el sueño lo desorienta.

Buscaba su hermoso cuerpo
y encontró su sangre abierta.
¡No me digáis que la vea!
No quiero sentir el chorro
cada vez con menos fuerza;
ese chorro que ilumina
los tendidos y se vuelca
sobre la pana y el cuero
de muchedumbre sedienta.

¡Quién me grita que me asome!
¡No me digáis que la vea!
No se cerraron sus ojos
cuando vio los cuernos cerca,
pero las madres terribles
levantaron la cabeza.
Y a través de las ganaderías,
hubo un aire de voces secretas
que gritaban a toros celestes,
mayorales de pálida niebla.

No hubo príncipe en Sevilla
que comparársele pueda,
ni espada como su espada,
ni corazón tan de veras.

Como un río de leones
su maravillosa fuerza,
y como un torso de mármol
su dibujada prudencia.

Aire de Roma andaluza
le doraba la cabeza
donde su risa era un nardo
de sal y de inteligencia.

¡Qué gran torero en la plaza!
¡Qué gran serrano en la sierra!
¡Qué blando con las espigas!
¡Qué duro con las espuelas!
¡Qué tierno con el rocío!
¡Qué deslumbrante en la feria!
¡Qué tremendo con las últimas
banderillas de tiniebla!

Pero ya duerme sin fin.
Ya los musgos y la hierba
abren con dedos seguros
la flor de su calavera.

Y su sangre ya viene cantando:
cantando por marismas y praderas,
resbalando por cuernos ateridos
vacilando sin alma por la niebla,
tropezando con miles de pezuñas
como una larga, oscura, triste lengua,
para formar un charco de agonía
junto al Guadalquivir de las estrellas.

¡Oh blanco muro de España!
¡Oh negro toro de pena!
¡Oh sangre dura de Ignacio!
¡Oh ruiseñor de sus venas!
No.

¡Que no quiero verla!
Que no hay cáliz que la contenga,
que no hay golondrinas que se la beban,
no hay escarcha de luz que la enfríe,
no hay canto ni diluvio de azucenas,
no hay cristal que la cubra de plata.
No.
¡Yo no quiero verla!


ALMA AUSENTE.

No te conoce el toro ni la higuera,
ni caballos ni hormigas de tu casa.
No te conoce el niño ni la tarde
porque te has muerto para siempre.

No te conoce el lomo de la piedra,
ni el raso negro donde te destrozas.

No te conoce tu recuerdo mudo
porque te has muerto para siempre.
El otoño [vendrá con](traerá sus) caracolas,
[uva](uvas) de niebla y monjes agrupados,
pero nadie querrá mirar tus ojos
porque te has muerto para siempre.

Porque te has muerto para siempre,
como todos los muertos de la Tierra,
como todos los muertos que se olvidan
en un montón de perros apagados.
No te conoce nadie. No. Pero yo te canto.

Yo canto para luego tu perfil y tu gracia.
La madurez insigne de tu conocimiento.
Tu apetencia de muerte y el gusto de tu boca.
La tristeza que tuvo tu valiente alegría.

Tardará mucho tiempo en nacer, si es que nace,
un andaluz tan claro, tan rico de aventura.
Yo canto su elegancia con palabras que gimen
y recuerdo una brisa triste por los olivos.


CUERPO PRESENTE.

La piedra es una frente donde los sueños gimen
sin tener agua curva ni cipreses helados.
La piedra es una espalda para llevar al tiempo
con árboles de lágrimas y cintas y planetas.

Yo he visto lluvias grises correr hacia las olas
levantando sus tiernos brazos acribillados,
para no ser cazadas por la piedra tendida
que desata sus miembros sin empapar la sangre.

Porque la piedra coge simientes y nublados,
esqueletos de alondras y lobos de penumbra;
pero no da sonidos, ni cristales, ni fuego,
sino plazas y plazas y otras plazas sin muros.

Ya está sobre la piedra Ignacio el bien nacido.
Ya se acabó; ¿qué pasa? Contemplad su figura:
la muerte le ha cubierto de pálidos azufres
y le ha puesto cabeza de oscuro minotauro.

Ya se acabó. La lluvia penetra por su boca.
El aire como loco deja su pecho hundido,
y el Amor, empapado con lágrimas de nieve
se calienta en la cumbre de las ganaderías.

¿Qué dicen? Un silencio con hedores reposa.
Estamos con un cuerpo presente que se esfuma,
con una forma clara que tuvo ruiseñores
y la vemos llenarse de agujeros sin fondo.

¿Quién arruga el sudario? ¡No es verdad lo que dice!
Aquí no canta nadie, ni llora en el rincón,
ni pica las espuelas, ni espanta la serpiente:
aquí no quiero más que los ojos redondos
para ver ese cuerpo sin posible descanso.

Yo quiero ver aquí los hombres de voz dura.
Los que doman caballos y dominan los ríos;
los hombres que les suena el esqueleto y cantan
con una boca llena de sol y pedernales.

Aquí quiero yo verlos. Delante de la piedra.
Delante de este cuerpo con las riendas quebradas.
Yo quiero que me enseñen dónde está la salida
para este capitán atado por la muerte.

Yo quiero que me enseñen un llanto como un río
que tenga dulces nieblas y profundas orillas,
para llevar el cuerpo de Ignacio y que se pierda
sin escuchar el doble resuello de los toros.

Que se pierda en la plaza redonda de la luna
que finge cuando niña doliente res inmóvil;
que se pierda en la noche sin canto de los peces
y en la maleza blanca del humo congelado.

No quiero que le tapen la cara con pañuelos
para que se acostumbre con la muerte que lleva.
Vete, Ignacio: No sientas el caliente bramido.
Duerme, vuela, reposa: ¡También se muere el mar! "