diumenge, 26 d’agost del 2012

Elogio de la poesía.

Buenas noches Sras y Sres, hoy no voy a cambiarles los versos por un bocadillo de queso o por un beso como acostumbro. Hoy me quiero ganar el sustento hablándoles, recordándoles - aunque ya sé que no hace falta para muchos de vdes - la importancia del verso para la felicidad.

No les parece excesiva la cantidad de prosa que nos vuelca diariamente la cultura oficial. Y ¿dónde queda el verso? ¿Dónde queda el poeta?

Con qué dificultad se abre paso la poesía en medio de las toneladas de palabras que hemos de digerir cada día.

Recuerden Vdes. los primeros libros de eso que llamamos cultura indoeuropea, los primeros libros hindues, persas. ¡Estaban escritos en verso!

Las primeras obras de teatro griegas estaban escritas en verso.

Yo me atrevo a decir que el primer pensamiento humano fue en verso. Que la primera inteligencia se desarrollo a partir del verso y del canto.


diumenge, 12 d’agost del 2012

Elogio de la poesía.

Buenas noches Sras y Sres, esta noche quiero que tengan preferencia los amantes del verso, o mejor quizá, la parte de poetas que todos y todas llevamos dentro. Dejémos por un momento el discurso racional, la retórica y dejemos un poco de espacio vital al verso.

La retórica es necesaria, faltaría más, sin ella no seríamos capaces de expresar nuestras opiniones. Y teniendo razón en algo no seríamos capaces de demostrarlo. La retórica es importante para la democracia.


Pero ahora quiero que dejemos un poco la lógica de la razón y dejemos que prevalezca la razón del verso. La razón poética. El discurso del corazón, de las emociones.


dimecres, 8 d’agost del 2012

Una de Góngora, cómo no...!!

Sras y Sres hoy les voy a cambiar estos versos por un bacadillo de queso o por un beso, que no sólo de pan vive el hombre...Y qué besos he recogido por Madrid con esta inocente argucia...Qué besos. !Qué labios! Y qué bocadillos de queso...


Luis de Góngora, Velázquez, Museo de El Prado.

Pero no es para menos porque estos versos situaron a un poeta conocido de vdes llamado Luis de Góngora en una situación parecida a la del poeta romano Ovidio Nasón que de una patada lo mandaron a la última ciudad romana perdida allà por el Mar Negro a causa de su osadía. Como dice Raúl del Pozo...

"Arrogante, nunca tuvo buen ojo ni para el naipe ni para el amigo. Lo fue del conde de Villamediana, que había enamorado a Isabel de Borbón, joven esposa de Felipe IV. Desenlace: el conde fue asesinado por un hombre que salió de los pórticos.



Góngora le rindió honor, jugándose lo que va dentro de la sotana:

«Mentidero de Madrid
 decidme, ¿quién mató al conde?
Ni se sabe, ni se esconde.
Sin discurso, discurrid:
dicen que le mató el Cid,
pues era el conde Lozano,
¡Disparate chabacano!
La verdad del caso ha sido
que el matador fue Bellido
y el impulso soberano».

Muchas gracias. Y así sin IVA, sin derechos de autor, sin techo, sin coche, sin televisión, sin brazcos , sin piernas, pero donde "nuevos brazos, nuevas piernas naceran de la carne talada, porque soy árbol talado que retoña, porque aún tengo la vida" (Miguel Hernández).

Muchas gracias Sras y Sres.



García Lorca y Walt Whitman. Una reflexión sobre la sexualidad humana.

Sras y Sres, esta noche les quiero presentar una reflexiuón sobre la sexualidad en base a la Oda a Walt Whitman, de Federico García Lorca.





Por el East River y el Bronx
los muchachos cantan enseñando sus cinturas,
con la rueda, el aceite, el cuero y el martillo.



Noventa mil mineros sacaban la plata de las rocas
y los niños dibujaban escaleras y perspectivas.

Pero ninguno se dormía,
ninguno quería ser el río,
ninguno amaba las hojas grandes,
ninguno la lengua azul de la playa.

Por el East River y el Queensborough
los muchachos luchaban con la industria,
y los judíos vendían al fauno del río
la rosa de la circuncisión
y el cielo desembocaba por los puentes y los tejados
manadas de bisontes empujadas por el viento.

Pero ninguno se detenía,
ninguno quería ser nube,
ninguno buscaba los helechos
ni la rueda amarilla del tamboril.

Cuando la luna salga
las poleas rodarán para turbar el cielo;
un límite de agujas cercará la memoria
y los ataúdes se llevarán a los que no trabajan.

Nueva York de cieno,
Nueva York de alambres y de muerte.
¿Qué ángel llevas oculto en la mejilla?
¿Qué voz perfecta dirá las verdades del trigo?
¿Quién el sueño terrible de sus anémonas manchadas?

Ni un solo momento, viejo hermoso Walt Whitman,
he dejado de ver tu barba llena de mariposas,
ni tus hombros de pana gastados por la luna,
ni tus muslos de Apolo virginal,
ni tu voz como una columna de ceniza;
anciano hermoso como la niebla
que gemías igual que un pájaro
con el sexo atravesado por una aguja,
enemigo del sátiro
enemigo de la vid
y amante de los cuerpos bajo la burda tela.

Ni un solo momento, hermosura viril
que en montes de carbón, anuncios y ferrocarriles,
soñabas ser un río y dormir como un río
con aquel camarada que pondría en tu pecho
un pequeño dolor de ignorante leopardo.

Ni un sólo momento, Adán de sangre, macho,
hombre solo en el mar, viejo hermoso Walt Whitman,
porque por las azoteas,
agrupados en los bares,
saliendo en racimos de las alcantarillas,
temblando entre las piernas de los chauffeurs
o girando en las plataformas del ajenjo,
los maricas, Walt Whitman, te soñaban.

¡También ese! ¡También! Y se despeñan
sobre tu barba luminosa y casta,
rubios del norte, negros de la arena,
muchedumbres de gritos y ademanes,
como gatos y como las serpientes,
los maricas, Walt Whitman, los maricas
turbios de lágrimas, carne para fusta,
bota o mordisco de los domadores.

¡También ése! ¡También! Dedos teñidos
apuntan a la orilla de tu sueño
cuando el amigo come tu manzana
con un leve sabor de gasolina
y el sol canta por los ombligos
de los muchachos que juegan bajo los puentes.

Pero tú no buscabas los ojos arañados,
ni el pantano oscurísimo donde sumergen a los niños,
ni la saliva helada,
ni las curvas heridas como panza de sapo
que llevan los maricas en coches y terrazas
mientras la luna los azota por las esquinas del terror.

Tú buscabas un desnudo que fuera como un río,
toro y sueño que junte la rueda con el alga,
padre de tu agonía, camelia de tu muerte,
y gimiera en las llamas de tu ecuador oculto.

Porque es justo que el hombre no busque su deleite
en la selva de sangre de la mañana próxima.
El cielo tiene playas donde evitar la vida
y hay cuerpos que no deben repetirse en la aurora.

Agonía agonía, sueño, fermento y sueño.
Éste es el mundo, amigo, agonía, agonía.
Los muertos se descomponen bajo el reloj de las ciudades,
la guerra pasa llorando con un millón de ratas grises,
los ricos dan a sus queridas
pequeños moribundos iluminados,
y la vida no es noble, ni buena, ni sagrada.

Puede el hombre, si quiere, conducir su deseo
por vena de coral o celeste desnudo.
Mañana los amores serán rocas y el Tiempo
una brisa que viene dormida por las ramas.

Por eso no levanto mi voz, viejo Walt Whítman,
contra el niño que escribe
nombre de niña en su almohada,
ni contra el muchacho que se viste de novia
en la oscuridad del ropero,
ni contra los solitarios de los casinos
que beben con asco el agua de la prostitución,
ni contra los hombres de mirada verde
que aman al hombre y queman sus labios en silencio.

Pero sí contra vosotros, maricas de las ciudades,
de carne tumefacta y pensamiento inmundo,
madres de lodo, arpías, enemigos sin sueño
del Amor que reparte coronas de alegría.

Contra vosotros siempre, que dais a los muchachos
gotas de sucia muerte con amargo veneno.

Contra vosotros siempre,
Faeries de Norteamérica,
Pájaros de la Habana,
Jotos de Méjico,
Sarasas de Cádiz,
Apios de Sevilla,
Cancos de Madrid,
Floras de Alicante,
Adelaidas de Portugal.

¡Maricas de todo el mundo, asesinos de palomas!
Esclavos de la mujer, perras de sus tocadores,
abiertos en las plazas con fiebre de abanico
o emboscadas en yertos paisajes de cicuta.

¡No haya cuartel! La muerte
mana de vuestros ojos
y agrupa flores grises en la orilla del cieno.

¡No haya cuartel! ¡Alerta!
Que los confundidos, los puros,
los clásicos, los señalados, los suplicantes
os cierren las puertas de la bacanal.

Y tú, bello Walt Whitman, duerme a orillas del Hudson
con la barba hacia el polo y las manos abiertas.
Arcilla blanda o nieve, tu lengua está llamando
camaradas que velen tu gacela sin cuerpo.

Duerme, no queda nada.
Una danza de muros agita las praderas
y América se anega de máquinas y llanto.

Quiero que el aire fuerte de la noche más honda
quite flores y letras del arco donde duermes
y un niño negro anuncie a los blancos del oro
la llegada del reino de la espiga.



Este es el homenaje de Lorca a Walt Whitman y a la vez el manifiesto de su rechazo a la homosexualidad en la España de su tiempo sobre la que se alargaba todavía la sombra negra de Felipe II. Una homosexualidad que se sentía culpable y despreciada. La contrapartida a esta homosexualidad reprimida y criminalizada que plantea Lorca es la homosexualidad imposible, idealizada, "sin pecado concebida", del niño que escribe nombre de niña en su almohada."

Y ello porque Lorca no era homosexual. Lorca se enamoró de una mujer gitana cuando dijo en Granada :

Madrigal de verano.

Junta tu roja boca con la mía,
¡oh Estrella la gitana!
Bajo el oro solar del mediodía
morderá la manzana.

En el verde olivar de la colina
hay una torre mora,
del color de tu carne campesina
que sabe a miel y aurora.

Me ofreces en tu cuerpo requemado
el divino alimento
que da flores al cauce sosegado
y luceros al viento.

¿Cómo a mí te entregaste, luz morena?
¿Por qué me diste llenos
de amor tu sexo de azucena
y el rumor de tus senos?

¿No fue por mi figura entristecida?
(¡Oh mis torpes andares!)
¿Te dio lástima acaso de mi vida,
marchita de cantares?

¿Cómo no has preferido a mis lamentos
los muslos sudorosos
de un San Cristóbal campesino, lentos
en el amor y hermosos?

Danaide del placer eres conmigo.
Femenino Silvano.
Huelen tus besos como huele el trigo
reseco del verano.

Entúrbiame los ojos con tu canto.
Deja tu cabellera
extendida y solemne como un manto
de sombra en la pradera.

Píntame con tu boca ensangrentada
un cielo del amor,
en un fondo de carne la morada
estrella de dolor.

Mi pegaso andaluz está cautivo
de tus ojos abiertos;
volará desolado y pensativo
cuando los vea muertos.

Y aunque no me quisieras te querría
por tu mirar sombrío,
como quiere la alondra al nuevo día,
sólo por el rocío.

Junta tu roja boca con la mía,
¡oh Estrella la gitana!
Déjame bajo el claro mediodía
consumir la manzana.

Y como muestra este poema Lorca fue un personaje profundamente acomplejado a causa de su físico.



Lorca no se aceptaba físicamente y este rechazo de su propio cuerpo imposibilitaba toda relación sexual, tanto con hombres como con mujeres.

Lorca fue profundamente desgraciado en su vida íntima emocional y erótica. No pudo jamás disfrutar de los placeres de la cama.

No podía compartir porque su cuerpo desparecía cuando se entregaba. Se quedaba sin cuerpo. O peor aún su cuerpo se convertía en un campo minado.

Eso no quiere decir que no fuera capaz de recibir placer tipo "masaje con final feliz" por parte de hombres y/o mujeres. Pero eso no es sexualidad, claro.

Su propio cuerpo se levantaba como un muro entre él y su amante, y en vez de ser terreno para compartir era terreno minado.