divendres, 11 de març del 2011

Performance sobre “La Eneida (II)” de Virgilio, Libro VII (fragmento)

Performance sobre “La Eneida (II)”. (La llegada de Eneas a Italia) de Virgilio.
(Adaptación de Xisco Bernal)


Hay un venerado laurel de sagrado ramaje               Libro VII,59
en lo más retirado y hondo de la casa,
del que se cuenta que el rey Latino
lo encontró al edificar la ciudad.
Lo consagró a Febo, de donde viene que sus
habitantes recibieran el nombre de laurentes.

(Tono como muy fantástico, exagerando, como asombrado.)
Ocurrió un día ¡oh asombro! que una apiñada muchedumbre
de abejas, cruzando el fluido éter con gran zumbido
fue a posarse en la copa de aquel laurel

(como recordándoles a los oyentes)
- ¡sí ese! El laurel que encontró el rey Latino al fundar la ciudad,
y venerado desde entonces,
dió el nombre de laurentes a sus habitantes -

y, enredadas una con otras por los pies
quedaron suspendidas entre las frondosas ramas,
formando de súbito un gran enjambre.

(Menos fantasía, más normal, como ensoñando.)
Al momento un adivino habló así: «En esa señal veo
la llegada de un varon extranjero y de un ejército que
se dirige a nuestras regiones por la parte de donde vienen
esas abejas. Y que nos dominará desde lo más alto de nuestros alcázares.»

(Histórico, narrativo, sin exagerar.)
También ocurrió otro día, que estando la virgen Lavinia
al lado de su padre quemando en los altares castos inciensos,
se le prendieron los largos cabellos y
ardieron con crepitante llama todas sus galas,
se inflamó su velo real y su rica diadema de pedrería.
Rodeada de humo y roja luz roció de fuego todo el palacio.

Muy preocupado el rey por tales acontecimientos, fue a consultar
los oráculos de Fauno, su infalible padre, que habita las
selvas donde resuenan las caudalosas aguas de
la sagrada fuente Albúnea, y que envuelta entre opacas sombras
exhala sus mefíticos vapores.

Allí acuden en los casos más dudosos las gentes
de toda Italia y la Enotria.

Ya había inmolado conforme al rito cien lanudas ovejas
y yacía recostado sobre sus extendidas pieles,
cuando entre sueños ve revolotear de maneras maravillosas
numerosos espectros y oye voces y disfruta del coloquio de
los dioses. Y hace llegar sus ruegos hasta el Aqueronte en los
profundos Avernos. De pronto de lo más hondo de la selva
sale una voz que dice así: «No pienses , oh hijo mío,
entregar tu hija a un esposo de nuestro linaje latino.
Nunca se harán los anunciados esponsales. Pues
tendrás por yerno a un extranjero, con cuya alianza se levantará
nuestro nombre hasta las estrellas y cuyos descendientes
veran sometidas a sus pies y guiadas por sus leyes
todas las naciones que contempla el Sol
de un lado al otro del mar océano

No se calló el rey la respuesta del oráculo Libro VII,100
y la Fama voladora la difundió por toda Italia
al tiempo que una armada echaba anclas en la hermosa bahía
trasportando a la juventud troyana.

Tiéndese Eneas, los principales caudillos y el hermoso Iulo
bajo las ramas de un árbol cerca de la playa y disponen
la comida. Como la escasez los forzase a morder hasta
las tortas de flor, a violar con manos y dientes
la fatal corteza y a no perdonar ni sus espaciosos cuadros,
«¡Ay hasta las mesas nos comemos!» Exclamó Iulo.

Estas palabras anunciaron a los
troyanos el fin de su aventura. Eneas
atrapándolas de los labios de su hijo exclamó así :
¡Salve oh tierra a mi debida por los hados!
¡Salve también oh vosotros mis fieles dioses de Troya!
¡Esta es por fin nuestra morada!
¡Esta es nuestra patria!

Pues su padre había profetizado : «Cuando arrojados
por el hambre a desconocidas playas, consumidos
ya los escasos manjares, el hambre te fuerze, hijo mío
a devorar también hasta las mesas,
piensa que ha llegado el fin de tus fatigas
y acuérdate, aunque estes agotado,
de construir allí mismo un primer habitáculo
y rodearlo de un muro.»

Y este fue el origen de la grandiosa Roma.

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