Performance “La Eneida-Oración”, de Virgilio.
Adaptación de Xisco Bernal.
(Como Vigilio, vestido blanco romana. Corona de laurel.Asertivo, aunque dulce.)
Canto las terribles armas de Marte y el varón que huyendo Libro I,1
de las riberas de Troya por el rigor del los hados,
pisó primero la Italia y las playas lavinias.
Largo tiempo anduvo errante por tierra y por mar,
arrastrado por el impulso de los dioses y el furor de la rencorosa Juno.
Mucho padeció en la guerra antes de edificar la Gran Ciudad
y llevar sus dioses al Lacio, de donde vienen el linaje latino
y las murallas de la orgullosa Roma.
Musa, recuérdame por qué causas, dime que numen
fue agraviado, cual fue la ofensa por la que la que Juno,
la reina de los dioses, impulsó a Eneas,
varón ilustre por su piedad a afrontar tantas desventuras.
¿Qué tan grandes iras caben en los pechos celestes?
(Como Eneas, vestido con armadura de guerra - oculta bajo el vestido romano - y yelmo troyano.)
«¡Oh tres y cuatro veces venturosos aquellos que tuvieron la suerte I,94.
de morir a la vista de sus padres bajo las altas murallas de Troya!
Más me hubiera valido a mí sucumbir en aquellos campos
y entregar mi alma a golpe de diestra, allí donde Héctor
yace traspasado por la lanza de Aquiles;
¡Allí donde el violento Simunte arrastra bajo sus ondas
tantos escudos arrebatados y tantos yelmos
y tantos cuerpos de guerrerros troyanos!
¿No hubiera sido mejor allí..., haber sucumbido con ellos?»
Esto meditaba Eneas cuando dijo:
«¡Oh compañeros! ¡Oh vosotros que habéis I,199
arrostrado conmigo tan grandes trabajos!
Un dios pondrá término también a los que ahora pasamos.
Habéis sufrido la rabia del mar de Escila,
de sus resonantes y profundos escollos.
Habéis probado también la roca de los Cíclopes.
¡Recobrad el ánimo y deponed el triste miedo!
¡Algun día no lejano nos será grato recordar estas penas!
Corriendo diversa suerte, atravesando los mayores peligros
nos encaminamos al Lacio, donde los hados nos prometen
sosegado asiento. Allí resucitará Troya.
¡Armaos de valor y conservaos para la fortuna!»
Aunque oprimido por estas grandes preocupaciones,
simula Eneas en su rostro la esperanza
y encierra en su pecho un profundo dolor.
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